jueves, 29 de octubre de 2015

"El embarazo y la salud mental: Cómo un psiquiatra me dijo que no debería tener hijos", Marisa Lancione

Esta es la segunda traducción que cuelgo en el blog y se trata de un artículo muy importante para mí. Como enferma mental y lesbiana, no necesito que nadie me explique que ser mujer duplica cualquier estigma que una arrastre y todavía no tengo la edad como para enfrentarme a este problema, pero que esto esté pasando y haya pasado en nuestra sociedad me avergüenza, me indigna y me preocupa. Por eso, he traducido (con su permiso) un artículo muy cercano e ilustrativo de Marisa Lancione, una mujer bipolar que escribe sobre sus vivencias y su enfermedad en su web: madgirlslament.com. Espero que aprendáis de ella tanto como yo.

"Cuando participé en un programa de pacientes hospitalizados, conocí a una mujer cuya familia hizo que un médico le practicara una histerectomía completa cuando tenía dieciocho años (entonces ya tenía más de cincuenta) a causa de su trastorno bipolar. Tanto su familia como su médico creían que no estaría en condiciones para ser madre y no querían arriesgarse a que tuviera un hijo que también pudiera desarrollar el trastorno. Me aterrorizó esta historia. Esta mujer no sólo había sobrellevado una enfermedad mental debilitante, sino que había tenido que sobrellevarla cuando la esterilización forzada era una realidad para aquellos internados en hospitales psiquiátricos.
Avanzamos hasta 2012, y se forzó a una mujer con trastorno bipolar y esquizofrenia de Massachusetts a abortar y sufrir una esterilización. En 2013, el gobierno del Reino Unido le retiró su bebé a la fuerza por cesárea a una mujer nacida en Italia y lo entregó a los servicios sociales a causa de la enfermedad mental de la madre.
Como mujer casada que todavía está decidiendo si quiere o no tener hijos, el estigma del embarazo, la maternidad, y la salud mental es preocupante. Pero hasta hace dos años, estas eran sólo historias que había escuchado o sobre las que había leído. Entonces pasé por mi propia experiencia, aunque en mucha menor medida, traumática.
Estábamos en diciembre (lo recuerdo porque era mi cumpleaños) y tenía una consulta con un nuevo psiquiatra. Como dije en una entrada previa, nunca he conocido a un psiquiatra que me haya gustado y estaba segura de que este iba a ser sólo otro nombre en mi lista. Nunca pensé que iba a ser probablemente una de las peores visitas psiquiátricas de mi vida.

Sentada en la sala de espera, sabía quién me estaba esperando. Iba a ser, indudablemente, un hombre (siempre son hombres). Iba a llevar gafas (siempre llevan gafas). Iba a estar ligeramente despeinado (siempre están despeinados). Iba a hacerme preguntas sobre mi historia por las que me siento culpable y avergonzada. Yo iba a llorar. Me iba a preguntar por qué y yo iba a intentar explicarme incoherentemente a través de las lágrimas. Iba a ser horrible, pero después se habría acabado.
Te estarás preguntando, ¿por qué es una evaluación psiquiátrica tan terrible? Es porque no es simplemente un médico echándole un vistazo al lunar de tu hombro. Estás compartiendo tus experiencias más personales y, muy a menudo, las más vergonzosas.

Imagina el momento más vergonzoso de tu vida entera. Quizás fue aquella vez que te tiraste un pedo durante tu presentación de sexto curso o aquel día en décimo que fuiste por ahí con la camisa metida por dentro de las medias TODO EL DÍA. Sea lo que sea, imagina ese momento y recuerda el miedo a que te juzgaran, la vergüenza, y la shame que sentiste. Ahora imagínate volver a contarle cada momento mortificante a un extraño en el bus.
Y no solo le estás volviendo a contar la historia a una audiencia pasiva, quien te escucha está haciendo preguntas. ¿A qué olía el pedo? ¿Qué habías comido ese día? ¿Alguna vez te habías tirado un pedo en público antes? ¿Tiene tu familia un historial de tirarse pedos en público?
Estas preguntas te hacen revivir no sólo el momento vergonzoso en sí mismo, sino todos los momentos que te llevaron a aquel incidente. Ahora te arrepientes de haber tomado judías en la comida porque deberías haberlo sabido. Tu familia siempre ha murmurado sobre el accidente de tu Tío Frank en 1965.

Y mientras hace las preguntas y tú contestas, toma notas. Inacabables notas. Intentas echar un vistazo por encima de su portapapeles para ver qué está garabateando, pero no puedes verlo. Lo sujeta contra su pecho. Y de estas notas salen archivos – archivos de los que nunca estás al tanto – incluso cuando lo solicitas (creedme, lo he preguntado).

Cuando por fin me llamó, le seguí al interior de la oficina que ahora parecía claustrofóbica con nosotros dos dentro. Rápidamente me lancé de lleno a por los detalles sangrientos de mi enfermedad. (Es como arrancar una venda – hazlo rápido y el dolor dura solo un segundo).
Nos sentamos silenciosamente por un momento mientras revuelvo en mi cartera buscando un pañuelo (¡no es una visita al psiquiatra sin algo de lágrimas!). Justo cuando encuentro un pañuelo errante, inhala y me pregunta, “¿Estás pensando en quedarte embarazada?”
Hago una pausa, momentáneamente pasmada ante la pregunta. Había visto a muchos psiquiatras, pero ninguno me había preguntado esto antes. Un momento después, contesto. “No próximamente.”
“Sabes que es peligroso quedarte embarazada mientras estás con esta medicación,” me contesta, ignorando mi respuesta mientras toma más notas en su portapapeles.
“Sí, conozco el riesgo que supone.” Arqueo la espalda, me siento a la defensiva. “Pero no pienso en quedarme embarazada pronto.”
“Bien, porque es peligroso y no solo para ti. No conocemos los riesgos del uso de medicación en el feto. Podría causar defectos de nacimiento y otros asuntos. No es al 100% pero sigue habiendo un riesgo. Necesitas saber todo esto antes de quedarte embarazada.”

“Sí, he hablado de ello con mi médico antes. Pero dado que no planeo quedarme embarazada próximamente, resolvimos que podíamos revisitar el asunto cuando estuviera pensando en ello. Ni siquiera sé si quiero tener hijos, de todas formas.”
Me mira desde abajo, inclina la cabeza a un lado y se ajusta las gafas antes de volver a bajar la mirada, a su portapapeles. “Sabes que tu trastorno es genético.”
Asiento, sintiendo cómo enrojecen mis mejillas. Interpreta mi silencio como que no lo entiendo (he olvidado mencionar que los psiquiatras también son siempre condescendientes).
“Eso quiere decir que se hereda,” habla despacio, enfatizando cada sílaba, “de la familia…”

“Sé lo que significa genético,” escupo entre dientes. No hay nada peor que la gente piense que eres estúpida.

“Así que sabes que hay una posibilidad de que tu hijo sea como tú.”

Le miro fijamente espantada, decaída ante las palabras que salen por su boca. ¡Aparentemente piensa que soy algún tipo de monstruo que no debería procrear! ¿Sería tan terrible que tuviera un hijo y tuviera trastorno bipolar? No le desearía mi enfermedad a mi hijo, pero mi vida no es horrible. Y me imagino que si mi hijo sí tuviera una enfermedad mental, yo tendría las herramientas para ayudarle a lidiar con ella.
De repente intenté imaginar mi vida sin hijos. Lo que una vez había parecido una elección, ahora parecía que era algo que me estaban quitando a la fuerza. Cualquiera que me conozca sabe que odio que me digan lo que hacer y este médico estaba sugiriendo que no debería tener hijos.
Por primera vez en mi vida, quería hijos desesperadamente. Quería un montón de hijos. Quería criarlos para que fueran saludables y felices y entonces quería empujar sus bellas caras de querubín sobre él como prueba, ¡ves, están bien! ¡Puedo ser madre!
Estaba tan enfadada, y dolida, y completamente estupefacta ante sus implicaciones que ni siquiera recuerdo cómo acabó la cita. Todo lo que recuerdo es abandonar el hospital con lágrimas corriéndome por la cara, pensando, es mi cumpleaños. Me ha arruinado el cumpleaños.
Han pasado dos años desde aquella cita y he compartido esta historia repetidas veces para ilustrar el estigma y el temor penetrantes que existen hacia aquellos con una enfermedad mental. Mi experiencia no es de ningún modo tan traumática como la de alguien a quien se le practicó una histerectomía forzada o un aborto forzado por conspiración de la familia, los amigos, y los médicos. Pero os cuento esta historia para ilustrar mi argumento de que los profesionales médicos son todavía profundamente ignorantes cuando llega el momento de discutir la enfermedad mental y la posibilidad de ser padres. Estos comentarios venían de un hombre que estaba supuestamente formado en este campo. Este es un hombre que trata a una población vulnerable. Este es un hombre que está usando su autoridad para extender el temor y la desinformación.
Aunque mi marido y yo todavía no hemos decidido si y/o cuando tendremos hijos, todavía queda un rastro del dolor y el enfado de este encuentro. Algunos días, cuando veo a mis amigos con sus hijos, pienso “Yo podría hacer eso. Yo podría ser madre un día.” Y entonces oigo su voz, “pero podrían salir como tú…”


7 comentarios:

  1. Lo hablaba hace poco con unas amigas... Hay una gran necesidad de incluir a los profesionales de la salud mental en el cuadro de salud general. Porque son profesionales muy necesarios pero a la vez económicamente inaccesibles y desconocidos. Esto implica que no sólo no sabemos qué esperar de nuestra cita con un psicólogo/psiquiatra, si no que tampoco tenemos medios para pedir segundas opiniones, como sí podemos hacer con un oncólogo.

    Malos profesionales hay y va a haber siempre, el problema es que haya tanto desconocimiento que no tengamos ni idea como pacientes de la calidad del servicio que estamos recibiendo.

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    1. Muy de acuerdo contigo.

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    2. Totalmente de acuerdo con vosotras, porque además lo inaccesibles que son está literalmente empeorando y acabando con las vidas de pacientes que no se pueden permitir recurrir a la privada.
      Un abrazo y gracias por pasaros a comentar,
      Sol.

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  2. Como siempre, la desinformación y el prejuicio ante cualquier tipo de enfermedad.
    Muy interesante el post y el Blog, pasaré por aquí <3

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    1. Un prejuicio muy peligroso, la verdad. Muchas gracias otra vez, Ana, un beso <3

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  3. Pues a mí, obviando el hecho de que el psiquiatra entrara a saco en un tema tan personal, no me parece descabellado. Un hijo no es sólo un bebé con mofletitos, será una persona de la que tendrás que tirar el resto de tu vida porque es familia y le quieres. Hasta el día en que mueras. Si a esa persona le añadimos el potencial genético que es algo que conocemos que está ahí y es heredable, nos encontramos con una persona que, de no ser que ande con pies de plomo y ni aún así, puede desarrollar la enfermedad debido a factores ambientales, problemas de la vida, desmanes, etc. Que el historial de esa paciente sea estable o eutímico me parece una suerte o un buen trabajo de la misma, pero hay casos y casos. Y ojo, habla una enferma por desgracia resistente al tratamiento desde hace unos 10 años. En mi caso, aunque pudiera cuidarlo, me parece una barbaridad ni siquiera pensar en tener hijos. Que repito, no son sólo niños, serán personas a las que, si la vida las trata medio mal serán muy muy infelices y harán infelices a la gente de alrededor con cada nueva crisis. Yo sólo tengo que mirar alrededor para ver a mi familia crujida con cada nueva crisis y eso sólo añade culpa al enfermo. Me dicen egoísta por no querer ser madre, pero creo que es lo más cabal y desprendido que puedo hacer. Saludos.

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  4. En mi opinión esta fatal lo que te dijo ese psiquiatra (que menudo psiquiatra y menudo conocimiento de la enfermedad mental y las capacidades de las personas que tienen la enfermedad); pero respecto a cómo tu lo describes generalizando su aspecto, tenía gafas como todos los psiquiatras, tenia el pelo alborotado como todos los psiquiatras; estas haciendo y poniendo etiquetas que tu por otro lado no quieres que te pongan a ti; asi que por favor cuidemos nosotras/as también la forma de expresarnos porque muchas veces utilizamos las mismas formas que nos duelen a nosotros/as, y que no te metan en el mismo saco de "como todos/as los enfermos/as mentales".

    Un saludo

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